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jueves, 28 marzo, 2024

CasaSan, un espacio que nació del dolor y hoy brinda oportunidades a cientos de jóvenes

CasaSan cuenta con unos 50 voluntarios que ayudan en todas las tareas de la Fundación. (Foto Osvaldo Fantón).

Voluntarias, niños, niñas y adolescentes que atraviesan diferentes problemáticas sociales contaron cómo CasaSan, fundación ubicada en el barrio porteño de La Boca, mejoró sus vidas gracias a Mercedes Frassia, una madre que transformó la angustia por la pérdida de su hijo en un dar “oportunidades para la vida”.

Mercedes Frassi, la creadora de CasaSan (Foto Osvaldo Fantón).

Mercedes Frassia reconvirtió su dolor cuando decidió abrir las puertas de esta casa que habitó su hijo Santiago, fallecido en 2016 luego de atravesar un largo período de adicción, detalló a Télam.

Ella reacondicionó el lugar, ubicado en Olavarría al 800, al que pintó con colores alegres en sintonía con las casas de La Boca, y decidió abrirlo “para los pibes y las familias”. 

Son alrededor de 50 personas, que con un amplio abanico de propuestas abrazan a otras 1.000 que se acercan cada mes desde distintos puntos de la ciudad y provincia. “Somos una gran familia”, coincidieron sus integrantes. Allí, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y familias enteras que enfrentan problemáticas sociales como adicciones, situación de calle, desempleo, depresión y violencia, acceden a actividades culturales, educativas y lúdicas de forma gratuita.

En el hogar de Olavarría al 800, barrio de La Boca, los jóvenes que lo necesiten siempre tienen un lugar para alimentarse. (Foto Osvaldo Fantón).

Ana María Cardozo (66) es vecina del barrio hace más de 30 años y se convirtió en una referente de CasaSan junto a Mercedes. “CasaSan fue una sorpresa, porque no había nada donde pudieran venir los chicos a aprender, tomar la merienda, jugar. Acá los chicos salen de un taller y van a otro, están contenidos y para las madres es una tranquilidad porque no andan en la calle, nos conocen a todas y el lugar está abierto”.

Entre las actividades que brindan están Danzas Urbanas, Folklóricas, Árabes, Rap, Break Dance, Músca, Skate, Kung Fu, Karate, Murga, Dj, Teatro y Juegoteca

A raíz de la pandemia, también comenzaron a brindar merienda y cena para más de 800 personas, e inauguraron un “punto digital” donde pueden acceder a computadoras con internet y a diversas formaciones con salida laboral.

A su vez, ofrecen espacios para la salud y el movimiento con clases de pilates, yoga y asistencia psicológica; espacios para el trabajo, para aprender costura, estampado, cocina; y espacios para el fortalecimiento familiar con picnics, muestras y hasta vacaciones en conjunto.

La cocina a full de la Fundación CasaSan (Foto Osvaldo Fantón).

Entre las “mamiSan”, está Graciela Enríquez (39), vecina del barrio y voluntaria oriunda de Misiones, madre de dos niñas, Ema (1) y Ana (12), que llegó a Buenos Aires junto a su marido hace 13 años y el desarraigo le provocó “una profunda depresión”.

“Yo no tenía contacto con nadie porque toda mi familia es de Misiones, mi marido tiene muy poca familia acá (en Buenos Aires) y él trabajaba todo el día. Tuve episodios de mucha angustia, y empecé a entrar en un estado depresivo”, contó a Télam.

Comenzó a ir a CasaSan llevando a su hija mayor a Danza Urbana y a la murga y hoy es para ella “un espacio de pertenencia” y “una segunda familia”. “Mis dos hijas y yo estamos vestidas por CasaSan, mejoré, aprendí oficios como el de costurera (de trajes de murga) y cocinera”, agregó.

También colabora en el ropero solidario: “Tenemos mucha gente en situación de calle que ya conocemos y les reservamos mantas, medias, ropa interior, abrigos”.

Niños, niñas y adolescentes encuentran allí el amor que tanto necesitan. (Foto Osvaldo Fantón).

Chicos y chicas de todas las edades participan de las actividades. Entre ellos Rodrigo, “el Chino”, de 19 años, que vive en un hogar en el barrio de Almagro. Luego de haber estado en situación de calle, encontró en CasaSan un espacio donde aprender oficios y divertirse. “Cuando conocí CasaSan el mundo cambió para mí. Antes estaba aburrido y ahora siento tengo algo para hacer que me gusta y el año que viene termino el cole”, contó a Télam.

“CasaSan para mí es diversión, pasarla bien. Colaboro en la cocina, dibujo, voy al curso de Manga y pinté un mural en el ‘Punto digital'”. 

Con Teo se conocieron ahí y son “como hermanos”, dijeron al unísono. Teo, tiene 11 años y es un gran anfitrión que muestra con orgullo cada rincón del lugar. “Es mi segunda casa. Somos como una familia muy grande y unida”, afirmó.

Los murales son apenas unas de las actividades artísticas de la CasaSan. (Foto Osvaldo Fantón).

El niño vive en San Telmo junto a su madre y sus dos hermanas y extraña a su papá que vive en Mar del Plata. Cuando sea grande le gustaría ser embajador, abogado o parte del gobierno, aseguró.

También, otra de las protagonistas es Betiana “Tati” Britos Luna (14), oriunda de Quilmes, que se unió a la murga de CasaSan desde los 11 años y toca “muy bien” el bombo, según sus compañeros. A la vez, cursa fotografía, DJ, Danzas urbanas y “todo lo que hay”, dijo entre risas.

Los pasos de murga dan color y música a la Fundación (Foto Osvaldo Fantón).

“En Quilmes, en la escuela me hacían bullying y eso me provocó una parálisis en la cara. Así que mis papás me trajeron a una de La Boca, donde me recuperé y pasando por la puerta conocí CasaSan. Me anoté y empecé a venir”, contó Tati a Télam.

“Mercedes para nosotros es como una mamá o una abuela porque nos ayuda, es la que siempre está ahí”, afirmó la joven.

Cerca de las 19, mientras una clase de baile urbano se desarrollaba en el playón, en la puerta de CasaSan más de quince personas ya esperaban la cena.

“Empecé a venir a buscar la cena acá hace 8 meses, durante la pandemia, porque me quedé sin trabajo. Como una sola vez al día y si consigo otro comedor, dos”, concluyó una de ellas.

Niños de todas las edades se sienten como en casa en la Fundación (Foto Osvaldo Fantón).

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