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miércoles, 24 abril, 2024

Ideología Charly | Canción de García en el país

La pregunta es a cuánta distancia queda un ídolo de lo que se percibe de él. ¿Me explico? Pienso que, seguro, lo que las personas callan podría servirnos mucho para definirlas, incluso más de lo que hayan dicho, escrito o cantado. Para definir una ideología (es decir, un modo de concebir el mundo y la vida en sociedad), parece poco desconfiar de quienes “brindan con agua”, como dijo Charly de Mauricio Macri; o patalear un toque por los rasgos autoritarios de alguien, como hizo Charly con Cristina Kirchner; o decirle “pelotudo que traicionó sus principios” a un periodista súper influyente, como hizo Charly con Jorge Lanata.

Ahora bien, si a esos detalles se les suma un cancionero completo plagado de apelaciones a la libertad, la paz, el antimilitarismo y la democracia concebida como una revolución en un imperio de las dictaduras, todo eso puede aproximarnos a la idea de si habrá una “ideología Charly”. Sumemos también los silencios de García y sus propios desatinos.

Pienso que algo le debe haber dejado a ese pibe de Caballito que una noche caiga a cenar en su casa Mercedes Sosa –ya que hablamos de ideologías- y le diga que “toca como Chopin”, y que décadas después, ya de grande, consagrado y medio roto, esa misma mujer rompa el molde y lo meta contra viento y marea en el Festival Nacional de Folklore, logrando el Cosquín más multitudinario de la historia.

Este sábado, al verlo de traje clarito y sombrero negro para celebrar que llegó vivo a los 70, Charly me dio a prócer musical tipo Bob Dylan (aunque lo considero musicalmente superior, lejos, a García). El gremio artístico es un territorio ideológico, acá, en Estados Unidos, en todas partes… Claro que Charly nunca fue protesta. Claro que no, propiamente dicha… Tal vez ese sea el principal porqué de que con Charly no haya sido posible ninguna grieta. “Yo no hago denuncias, pero mi ejército rompe todo”, dijo alguna vez. En determinadas circunstancias, hay que tener muchos huevos para escribir en privado y salir a cantar en público que “nace una flor, todos los días sale el sol, de vez en cuando escuchás aquella voz” y que “mames la libertad” porque “te pueden corromper, pero ella siempre está” y soñar “con los hambrientos, los locos, los que se fueron y los que están en prisión”. Pero, bueno, dijo Charly: “Nuestra única resistencia fue vestirnos de mujer”.

Este fin de semana, leí una nota muy interesante de quien tal vez más lo haya conocido (al menos por el interés de conocerlo para contarlo). Me refiero a su biógrafo, el talentoso periodista Sergio Marchi. Valiéndose de un economista de mercado como el estadounidense Tyler Cowen, definió a Charly García como un “activo cultural” y lo explicó así: “Su figura tiene un encanto muy particular, que trasciende a los públicos, a los estilos, a las tribus; su aura de genio trágico nos atrae como la luz a las polillas. Las polillas, según algunos científicos, utilizan los puntos de luz como referencia segura de ubicación, y tal vez varias generaciones de argentinos encuentren lo mismo en una vasta cantidad de canciones que Charly García ha compuesto a lo largo de 50 años. El tema no pasa por el lado de la identificación ni de la representación, sino por la sensibilidad que nos despertaron sus canciones más allá de la edad que tengas. No es que haya señalado verdades absolutas que permanecieron ocultas hasta que él las descubrió: creo que las canciones de Charly García nos permitieron indagarnos a nosotros mismos del modo más fantástico en tiempos de crisis”.

Digo yo –en línea con el biógrafo- que las artes, y sobre todo la música, siguen manteniendo la magia de liderar sensibilidades, valor que otras disciplinas, como la política, perdieron (quién se sabe si para siempre).

Sergio Marchi recuerda en la revista digital “Seúl” que Jorge Álvarez, el productor de Charly, “quiso darle un filo más político y lo empujó a la compañía de David Viñas, un escritor y dramaturgo deslumbrado por la revolución cubana: como en ‘Frankenstein’, la criatura se puso en contra de su creador y fue el propio Álvarez quien terminó por pedirle a Charly que quitara las canciones más problemáticas del disco ‘Pequeñas anécdotas sobre las instituciones’ y que se autocensurara en algunas letras. El año 1974 no era para andar jodiendo con esas cosas”.

Repasen en la letra de “Botas locas” el sentido de lo que cuenta Marchi: “Ellos decían guerra, yo decía no gracias. / Amar a la Patria bien, nos exigieron. / Si ellos son la Patria, yo soy extranjero”.

Después, el biógrafo se asoma al García roto de los 90. “Mucha gente me pregunta qué le pasó. ¿Por qué en los 90 sus canciones dejaron de ser tan brillantes? ¿Qué es el ‘say no more’? Yo diría que por la ansiedad de extraer lo más rápidamente posible el material de su yacimiento de canciones apeló a la técnica del fracking que, explicado en términos pertinentes, hace explotar rocas, fracturándolas, para liberar el tesoro. Ese fracking filtró tóxicos que produjeron efectos colaterales resumibles en la contaminación de sus acuíferos: el manantial de donde brotaban las maravillas se fue secando y el primero que se dio cuenta fue Charly. (…) ‘Say no more’ es algo que le salió bien por un lado y mal por el otro. Bien porque instaló el término como quien logra instalar un relato sobre las cosas. Y eso le sirvió como manto protector para sus locuras: todo era producto del arte que la sociedad se empeñaba en cercenar. Una victimización forzada y exitosa. (…) Alguna vez me pregunté si Charly no opera en espejo con la Argentina. Ese paralelismo es un poco tramposo y a la vez tiene algo de real. Charly García es el producto de otra Argentina, la de los 60, donde la cultura estallaba por todos lados y ni siquiera la dictadura de Juan Carlos Onganía. Sui Generis interpretó a los que eran estudiantes de la primera mitad de los 70; La Máquina y Serú enviaron señales luminosas para marcar alguna orientación durante la negra noche que fue la dictadura de Videla. Y Charly García estalló como solista durante la previa de la democracia y durante todo el gobierno de Alfonsín. Efecto paradojal: Charly se desestabiliza cuando Menem logra estabilidad económica con la convertibilidad, un invento efectivo que vino con otras dolencias que todavía nos aquejan”.

Otro intelectual, el catedrático costarricense Luis Diego Mora Morales, trata de explicar así al Charly noventista: “Como otras naciones de Latinoamérica, la Argentina vive el clima de lo que se llama ‘posmodernidad’ en el marco paradójico de una nación fracturada y empobrecida, y Charly llega a esta década consolidado como artista, con prestigio. Charly se alza como estrella. Y el sistema neoliberal, que antes no cuajaba socialmente, lo hace. La atomización social, provocada por la dictadura militar de los 70 y más tarde por el fenómeno hiperinflacionario, incrementó la esfera de autonomía de los individuos. El discurso neoliberal, que no tuvo receptividad durante décadas en el cuerpo social, encontró a principios de los 90 condiciones óptimas de permeabilidad dentro de un gobierno democrático formal conducido por un peronista. Este proceso se asocia con el fin de una etapa no solo económica, sino también social y cultural”. Agrego yo: tiempos difíciles para la poesía (y para un Charly estelar enfrentado a sí mismo).

De todos modos, existió aquel Cosquín que lo transversalizó aun hasta los rincones más tradicionalistas del interior. Y Charly García rehízo el Himno Nacional, ni más ni menos. Creo que es el sello de su ideología sinfónica. Lo puso cuando morían las palabras.  

por Edi Zunino Galería de imágenes

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