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viernes, 29 marzo, 2024

¿Es Massa que viene o Massa que se va?

Los llamados de Sergio Massa a un acuerdo poselectoral no son una invitación a la oposición. Funcionan, por el contrario, como una amenaza de cisma que le hace al propio oficialismo. Como la variante Delta de la peste, Massa es más contagioso que dañino. Figura en el imaginario de algunas tribus de la oposición como la oportunidad necesaria para darle gobernabilidad el país.

El argumento es que el gobierno va a quedar en una situación de debilidad tan extrema en los próximos dos años, que será necesario el concurso de la oposición para que pueda llegar al 2023 sin fracturas institucionales ni helicópteros madrugadores. La respuesta a este llamado ambiguo habla más del Massa que quiere romper con el oficialismo que un pedido de auxilio a la oposición, tiene respuestas cambiantes según el sector.

El jefe de los Diputados fue la pieza clave de la reunificación del peronismo, que le permitió regresar al poder en 2019. Representa al peronismo blanco del corredor Norte del conurbano, que ha preferido a otros candidatos en el test de las primarias, que ha sido una autopsia de las divisiones del oficialismo. Si el peronismo lo expone a un nuevo examen contra Juan Manzur, vicario del peronismo territorial del interior, se le achica su espacio y puede ser víctima de nuevas derrotas. En la encrucijada, alguien debe explicarle el negocio o la ideología de permanecer en el espacio oficial. “No vinimos para esto” podría decir albertamemte.

Manzur, el político no binario Juan Manzur y Martín Guzmán viajaron juntos a los EE.UU.

En el oficialismo es la oportunidad para la construcción de un nuevo protagonista, que es Juan Manzur. Hiperactivo, intenta tomar el control de todos los niveles de la administración para producir un resultado electoral que le pague, de alguna manera, los costos de hacerse cargo del gobierno entre la derrota de las primarias de setiembre y las generales de noviembre.

Sin exhibirse en las pantallas, es el único que responde a todos los llamados de gobernadores, legisladores, empresarios, sindicalistas, etc., y para todos tiene una respuesta. Está en la era del “Sí”. Sí a todo, no hay tiempo para el “No”. Y menos para alguien que cultiva el averroísmo, que implica la abolición del principio de no contradicción.

Para él, algo puede ser y no ser al mismo tiempo. Puede ser presidente, jefe de gabinete y gobernador de Tucumán, y no serlo al mismo tiempo. Para decirlo en los términos de la neoparla: es el político no binario, su condición escapa al encasillamiento en una sola condición o género. Ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario.

Es difícil vaticinar el final de la apuesta: es hoy el presidente en ejercicio vigilado por sus adversarios más enconados – Cristina, desde ya – que esperan que termine asumiendo los costos de una nueva derrota.

El jardín de las perversidades que se bifurcanBusca el apoyo de los territoriales – gobernadores e intendentes – y reactiva comarcas de la administración que controla desde que asumió el Gobierno. Por ejemplo, el Plan Norte Grande – ex Plan Belgrano – que beneficia a una decena de provincias del Norte del país, en donde el voto al peronismo es más fiel. El responsable de esa caja – $105.000 millones para este año en obras – es Sisto Terán Nougués, un ex UCeDé que fungió de vicegobernador de Julio Miranda y que atiende las obras públicas de Manzur desde años.

El jefe de gabinete responde a la perversidad de haber sido puesto en la silla eléctrica, con el mismo método. Por ejemplo, admitir en la Secretaría de Comercio – otra silla eléctrica – a Roberto Feletti. El control de precios es una bandera de campaña que busca desprestigiar a los hombres de negocios e identificarlos con la oposición de Cambiemos. El fracaso de ese meneo, de imposible concreción en el lapso que va hasta las elecciones, sólo le sirve al Gobierno como artículo de propaganda.

Es un capítulo del discurso del odio de clase, para recuperar los votos que le ha escamoteado la izquierda en Buenos Aires. Para colmo, le puso a la resolución que congela precios una numeración ominosa: 1050. El mismo de la circular del BCRA del gobierno militar del año 1980, que indexaba los créditos hipotecarios. Ha quedado en la historia como un emblema de la desgracia porque cifró la desgracia de una generación de hipotecados.

Cuando estallen los precios, Feletti volará por el aire y Manzur, mirando al Instituto Patria, dirá: Feletti es de ustedes, pueden llevarse lo que queda de él. Cristina lo promovió a Manzur en la jefatura de Gabinete para que le estallase todo en sus manos, después de la derrota en el distrito que ella maneja en gloria y majestad. El tucumano le dio el cargo a Feletti para que le estallen a éste los precios y así arrastrar a su madrina, responsable mayor de la derrota del peronismo en las primarias.

Pan republicanismo vs. panperonismoEn la oposición el trabajo de la respuesta está cargo de Elisa Carrió, que recupera el rol de curadora de la integridad de Cambiemos, como cuando Mauricio Macri era presidente. Ahora lo hace planteando un debate de método que puede definirse como pan republicanismo vs. panperonismo.

Cuando advierte que será implacable con los traidores, está señalando a los socios de Cambiemos que imaginan la fatalidad de algún acuerdo con el oficialismo después de las elecciones. Admite la necesidad de un entendimiento, pero pone condiciones. Algunas tienen nombre y apellido – Sergio Massa – con quien ha sido implacable, en una semana implacable.

Otras son de lugar: el Congreso. Si hay que acordar algo, que se haga en el Congreso. Después de todo, los grandes acuerdos de los últimos tiempos – como los que permitieron sancionar la ley de villas o, con el actual Gobierno, las de emergencias – diciembre de 2019 – y endeudamiento – febrero de 2020 – se negociaron en paz entre peronismo y oposición en el Congreso.

Le teme al escenario 2009, cuando Florencio Randazzo, entonces ministro del Interior, logró que el arco opositor – sin ella – caminase hasta la Casa Rosada tras un pacto que nunca ocurrió. “Me robaron el triunfo electoral”, se queja ahora. La mirada tiene más futuro que pasado. En 2023 Buenos Aires elige senadores. Es imaginable un mano a mano de Carrió con Cristina.

Carrió adelanta el debate de 2023Este señalamiento de la opción panperonismo o pan republicanismo reactiva la bisagra Massa, que dividió a Cambiemos en ese foro compartido que fue la convención radical de Gualeguaychú. La diferencia es que ocurre dos años antes de las presidenciales: adelanta el 2023.

En 2015 se hizo todo de apuro, en menos de un año Macri había cerrado con los radicales, Carrió y la nueva fuerza lograba en agosto de aquel año unas PASO, que precipitaron el triunfo de octubre. Es útil seguir las percepciones estratégicas de Carrió. Ha ocupado en las últimas dos semanas la vocería de la oposición marcando la cancha. El recorrido de su tarea se extiende al futuro de la conducción del bloque opositor en Diputados y una eventual presidencia de la cámara.

Sostiene la conveniencia de que Juntos por el Cambio ocupe el cargo de Massa, en caso de que alcancen la primera minoría. Ese protagonismo allana alguna diferencias. Emilio Monzó confirmó en estas horas que constituirá un bloque propio en Diputados, pero que no se apartará del interbloque del presidente Negri, que tiene hoy el apoyo de la mayoría de los diputados de ese sector para seguir en el cargo.

También lo apoya Larreta, que se ocupa de otras faenas a futuro. Una de ellas es capturar para ese interbloque a legisladores que en estas elecciones corren por otros partidos, como Javier Milei. Pudo hablar de esto con Domingo Cavallo cuando se encontraron en el aeropuerto de Houston, de regreso los dos de los Estados Unidos. Cavallo fue, según el candidato anarco-liberal “El mejor ministro de Economía de toda la historia”. Larreta fue funcionario de Cavallo en los ’90 (ministerio de Economía) y en 2001 (DGI). ¿Hay carácter transitivo en las relaciones políticas? Hoy Milei prospera hostigándolo a Larreta.

Larreta factura la ventaja que le sacó a Macri Rodríguez Larreta, en el último Coloquio de IDEA.

Este adelantamiento del 2023 anima también a otros protagonistas. Gerardo Morales junto a Mario Negri activaron una brigada de apoyo a los candidatos radicales en distritos clave como Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. No son candidatos, pero diputan la presidencia del partido, que se resolverá antes de fin de año.

Entienden que después de las elecciones vendrá un momento de una puesta en valor de la marca UCR dentro de Cambiemos, después de seis años de hegemonía macrista. Acompañaron a los candidatos radicales que integran listas de Cambiemos. Cerrarán el giro con su presencia en un acto la semana viene en el estadio de Ferro. Se hace en Capital, aunque sea con los candidatos de la provincia de Buenos Aires, para ilustrar la nacionalización de la campaña.

En esa gira los ha seguido, como una sombra, Horacio Rodríguez Larreta, acompañado por Martín Lousteau, socio en la Capital y que compite – desde atrás por ahora – con Morales por la presidencia del partido. Esta gira paralela tiene su racionalidad: Larreta necesita facturar la ventaja que le sacó a Macri en estas primarias.

El expresidente quería a Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal candidatas en CABA y provincia, respectivamente. No ocurrió. En Córdoba Macri jugó a favor de Negri-Gustavo Santos y también perdió. ¿Le dejaría Larreta a Bullrich crecer en el espacio del PRO a costa de esos reveses de Macri? Va en el interés, también, de Lousteau, levantar su protagonismo junto a Larreta, para descontar la ventaja que le puede sacar Morales y Negri en la pelea por el partido, o Bullrich y Manes en la disputa mayor de 2023.

El verdadero círculo rojo está en la izquierdaEl oficialismo ha hecho suya la explicación de que la derrota en las primarias se debió a una retirada de los votantes antes cautivos del peronismo, y en menor medida, de una migración de los apoyos hacia los extremos de la indignación. Los síndicos de estas terminales son José Luis Espert por derecha y el FIT por izquierda.

Estos prosperaron a costa del apoyo que ahora perdieron (en el porcentual comparado con las elecciones de 2019) el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. La respuesta de manual es intentar – al amparo de una polarización extrema – la recuperación de esos indignados, levantando banderas más simpáticas a esos sectores – apoyo a dictaduras caribeñas, consentir violencia en reclamos de aborígenes.

Es difícil que el oficialismo pueda recuperar los votos que se fueron hacia Espert, el 5 % de los votos válidos (417.858). Si las familias mayoritarias llaman al voto útil, Juntos parece más favorecido por esa eventualidad. Y le deja al oficialismo, para cosechar, los votos de la izquierda (5,3%, unos 436.235), que constituyeron la tercera fuerza con representación notable en algunos distritos del conurbano, en donde ese porcentual escaló al 14% (en La Matanza, por ejemplo).

Es difícil que le saque muchos votos al FIT de Buenos Aires, pero tiene una cantera auxiliar para explotar en expresiones familiares al oficialismo, como son los votos de Randazzo (3,8%, 318.593) y Guillermo Moreno (1%, 82.276 votos). El misterio es a dónde pueden ir los votos que logró en las primarias la animadora Cinthia Fernández (1,17%, 96.141 votos). En conjunto, estas tres listas alcanzaron casi medio millón de votos, que superaron el porcentaje que alcanzó la izquierda del FIT.

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