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viernes, 29 marzo, 2024

Los 70 años de la TV contados desde adentro: Edgardo Borda entró como cadete y, a los 92, sigue trabajando

Contó los días como los presos. Y la cuenta le dio 400. Y para que esa cifra sea sólo un mal recuerdo del tiempo que no pudo ir a trabajar por la pandemia, Edgardo Borda tuvo que recurrir a una mentira piadosa y familiar, que dejará de serlo cuando estas líneas salgan publicadas. Y salen en el marco de los 70 años de la TV argentina, el medio en el que, a los 92, él sigue trabajando.

Dueño de una memoria y un carisma envidiables, le confiesa a Clarín que había acordado con sus hijas que, ya con la vacunación completa y los casos de coronavirus en baja, volvería al canal “unas dos veces por semana”. Bueno, son cinco. Listo, lo dijimos, con su permiso, por supuesto.

“Es que, ¿sabés qué pasa? Le debo mucho a la televisión. Es mi vida y no te exagero. Desde que volví a laburar soy otra persona. En la cuarentena caminaba por las paredes, me estaba volviendo loco”, reconoce el hombre que batió todos los récords de la televisión local. En ese andarivel del Guinness, todos hablamos de Mirtha Legrand y sus 94 años, pero Borda trabaja en un canal desde que la tele existe.

A los 92 años, Edgardo Borda es director de Ciudad Magazine, canal que funciona en el edificio de El Trece. Foto: Fernando de la Orden.

Y, ahora, este emblema de los “post 90” es el director de La jaula de la moda, que sale de lunes a viernes por Magazine. Pisó Canal 7 por primera vez pocos días después de su inauguración, 17 de octubre de 1951. Eran tiempos de un sólo canal (los otros empezaron a llegar a partir de 1960) y de una sociedad revolucionada por un aparato que metía el afuera en sus casas.

Hincha de Racing y militante de las rondas de café, Borda entró como cadete, rápidamente lo ascendieron a switcher (operador de cámaras, función que compartió con Alberto Olmedo) y así, a fuerza de talento, “mucha curiosidad” y oportunidades aprovechadas, fue avanzando en dirección y producción, tareas que desarrolló en cuatro canales de aire, a los que le suma la señal Ciudad Magazine.

Su camino: de pasante a director

“Cuando entré ya había un estudio semi armado y todo era novedad y sorpresa. Empecé como pasante, escondido, a fines del ‘51, y al año siguiente ya quedé efectivo. Al principio hacía cosas de cadete, ‘Lleve esto, traiga aquello’. Fui testigo de los palotes de la tele”, grafica con más humildad que curriculum enmarcado.

Borda, el hombre que ha caminado kilómetros en los pasillos de la TV. Aquí cerca de la rebautizxada “Virgen de los excedentes”.

“El grupo de gente que estaba ahí con don Jaime Yankelevich (el abuelo de Gustavo, otro pope de la TV) a la cabeza era número uno. A nosotros nos daba no sé qué acercarnos a decirles algo. Pero sí estábamos dispuestos a todo”, recuerda.

“Cuando comenzó toda esta locura, yo me moría por entrar a ese mundo… Por parte de mi padre, vengo de familia de actores. Es más, una tía mía, que no llegué a conocer, murió quemada en el Teatro Argentino, haciendo una obra con (Florencio) Parravicini, en la calle Cangallo (actual Presidente Perón). Me gustaba el teatro, el cine, venía de hacer 14 meses y 26 días de colimba”, precisa.

“Había empezado a laburar en la Municipalidad, como operador de comunicaciones. Trabajaba, ponele, pasando los auxilios más urgentes a las ambulancias, cosas así. Un día mi jefe, que era amigote mío, me dijo ‘Me voy a la tele’. Me ofreció que fuera con él: ‘Me encantaría, pero no sé nada’. ‘Sos técnico y lo que no sepas yo te lo enseño’. No me olvido más de esa frase”. Ni de ese gesto, se ve.

Va con la mente y con la gratitud a esa figura que quiso recatar del pasado: “Se llamaba Schiappacasse… Es más, hay un futbolista uruguayo que se llama Schiappacasse (Nicolás), al que le mandé un mensaje par ver si era pariente. Mirá si nos queríamos, que me había elegido como padrino de un hijo, pero luego le perdí el rastro. Bueno, a ese hombre le debo mucho”.

Ya con las dos dosis de vacuna y con un semi permiso de sus hijas, Borda va al cnal todos los días. Foto Fernando de la Orden.

Pensemos en una Argentina sin televisión. En una casa sin siquiera un televisor. Eran tiempos de imaginar situaciones a raíz de lo que se leía en los diarios o se escuchaba en la radio. Ese desembarco revolucionario del ‘51 animó a muchos a ser parte del fenómeno.

“Yo me metí de cabeza y quería hacer de todo. Aproveché todas las oportunidades que tuve, estaba atento a todo. Un día me dijeron: ‘Vos vas a hacer el switcher del móvil’, en espectáculos públicos, teatros, deportes… Siempre haciendo macanas, como todo aquel que comienza. Porque, digámoslo claro, para nosotros Canal 7 fue una gran escuela”, valora cuando echa la vista atrás.

Reconstruyendo con generosidad su hoja de ruta, cuenta que “en el ’54 me pasaron a director y me tocó hacer, por ejemplo, programas con La Campoy. Los Cibrián Campoy pisaban fuerte, pero la que manejaba la torta era Ana María. Nos juntábamos en el sótano de su casa a crear desde cero. La television se palpitaba, se valorizaban los planos, íbamos descubriendo cada cosa y era una fiesta”.

Cada anécdota suya ayuda a entender las distintas épocas. Y, más, para los que nacieron en la era del color, del control remoto, del aparato extrachato. Sus relatos nos pueden llevar a postales hogareñas en las que se le daba un golpecito al televisor para que se estabilizara el vertical o el horizontal. O en las que había que pararse para cambiar de canal. En caso de que hubiera más de un canal.

Dice que, por los años, tal vez se pueda mandar alguna macana. Pero los años también dan oficio. Foto Fernando de la Orden.

Pícaro, virtud que no se le fue con los años, acota que “siempre me vuelve esa frase que me afané y que te dije más de una vez: ‘Tuvimos la suerte de trabajar con gente muy inteligente y algo aprendí’. Fue mi mejor escuela”.

-Sos el único que estuvo en las siete décadas del medio.

-Sí, salvo la pandemia, que me mató, esos 400 días encerrado no me los olvido más. Yo era feliz trabajando. En los comienzos, había días que estábamos más tiempo con los personajes de ficción que con la propia familia. Se ensayaba, se hacía una pasada y luego salíamos al aire.

-¿Cuándo armaste familia?

-Me casé dos veces. Ahora estoy solo. Y tuve tres hijos, un varón y dos mujeres.

Borda no es de los que dicen “de mi vida privada no hablo”, pero le tira más charlar sobre la tele: “Una vez me llamaron para ir a trabajar a Walter Thompson, porque las agencias de publicidad, que fueron las que apoyaron la televisión, fueron productoras después, armaron sus propios programas, como pasa ahora de alguna manera”.

Fue jefe del departamento de TV y debutó dirigiendo el espacio de Doña Petrona C. de Gandulfo, la pionera de la cocina en cámara, cuando MasterChef no estaba en los planes de nadie: “A mí me pagaba la agencia, no el canal. Al poco tiempo subió como interventor Julio Bringuer Ayala, que era el conductor de Justa del saber, un ciclo con estudiantes. Él nos conocía a todos y nos quería ahí”.

Hace memoria y no le dan los dedos para citar los grandes hitos artísticos: “La TV se fue acercando de a poco al trabajo del cine. Ése fue el primer golpe, luego la llegada del color, la de las grandes escenografías, qué sé yo, todo fue un avance constante”.

Del vivo al grabado

-¿Cómo recordás la llegada de la grabación y de la edición?

-La grabación fue llegando de a poco. Cuando pasé al 9, en 1961, el canal ya tenía máquinas de editar. Pero fue todo un tema. Vos pensá que la tele tiene 25 cuadros por segundo y el cine tiene 24, entonces corría una banda en el medio de la pantalla, hasta que los técnicos inventaron un sistema de espejos para la cámara que hacía cine y evitar el salto de cuadros. Todo fue a prueba y error.

Borda y el Negro Olmedo, con quien compartió la tarea de switcher en sus comienzos. Foto Archivo Borda.

-Hablame de esa tele acostumbrada al vivo como única posibilidad, que de pronto se topa con la chance de grabar, corregir y dar más adelante…

-Para los que no lo saben: los primeros nueve años fueron en vivo por Canal 7. En el 60 había chance de grabar, pero se tardaba en editar, llevaba mucho el ajuste. El 13 vino con todo: es el canal que trajo todo sabiendo cómo se hacía, no había nada improvisado.

Habla de la gestión de los cubanos, con Goar Mestre a la cabeza, primer director de la emisora: “Se trajo un grupo de gente que tenía todo estudiado al detalle. Con ellos se grababa como si fuera en vivo. Y si parabas de grabar por algo te preguntaban ‘¿Pero qué ha pasado?’ (lo recrea con tono cubano). Cada estudio sólo tenía dos cámaras, y mirá hoy.

-Hay gente que sostiene que la tele está muerta…

-Yo creo que las cosas avanzan agitadamente, pero tengo que reconocer que la TV nuestra tuvo un arranque embalado, y luego lo perdió ante las extremadas intervenciones y cambios de mano, interventores políticos, militares y cada uno hacía lo que podía.

-Y, encima, quedó poco registro de todo lo maravilloso que se hizo.

-No hay archivos porque en la primera época los autores o actores firmaban contrato y te daban los derechos para la exhibición. Pero cuando se pretendía vender, al interior o al exterior, ellos pedían un plus. Si no te daban el permiso se borraba la cinta. Por eso hay joyas perdidas.

-Bueno, también hubo varios incendios.

-Yo estuve cerca de casi todos los incendios que hubo, pero no fue ésa la causa por la que se perdió la mayoría de los materiales. El del 9, te digo uno, fue en zona de vestuario y utilería. Se habla de los incendios, pero el fuego no fue la causa principal de la desaparición de los materiales.

Viva y soplando 70 velitas

-¿Creés que la televisión está muerta?

-No, no lo creo para nada. Para mí no se muere nunca. Tiene gran competencia. Y entonces volvemos al principio: como la tele generó competencia con los demás medios en su momento, ahora los otros medios están achicando a la tele, pero no la van a sacar del aire. Nunca.

-Es que, además de lo que representa como medio, el viejo ritual de sentarse a ver algo a determinada hora no se da por vencido.

-Por más que quieran, a la tele no hay que con qué darle. Ahora, también te digo que odio los horarios intercambiables, no lo tolero. Si me lo anunciás a las 21 ponémelo a las 21. Entiendo que eso responde a estrategias de rating, pero a mí dame lo que me prometés y yo me siento a verte. Los cubanos eran de una rigurosidad con horarios y contenidos que ni te digo.

Trabajó con casi todos los grandes. Aquí en un ensayo junto a Aldredo Alcón. Foto Archivo Borda.

Habla con profundo conocimiento de causa, después de haber estado en Canal 7, en Canal 9, en el viejo Canal 2 y finalmente en Canal 13, cuatro de las seis actuales señales de aire. Fue parte de varios fenómenos televisivos, como El amor tiene cara de mujer, un clásico de las telenovelas que se destaca en el largo listado que lleva su sello de director. 

En su decir coloquial sobre su trabajo como realizador navegan títulos históricos como Cumbres borrascosas, Buenas tardes, mucho gusto, varias producciones de Narciso Ibáñez Menta, Rincón de tango. Nada está dicho, desde él, como quien dice ‘Ojo que yo bajé las escaleras del Tabarís’. Edgardito, como lo llaman algunos en el canal, suelta datos al pasar.

Su llegada a Ciudad Magazine

Cuenta que “cuando llegó el Grupo Clarín (1989) yo estaba de gerente y director. Me llamó Hugo Di Guglielmo (ex director de programación del 13) y me dijo ‘La empresa decidió que te quedes como gerente’. Casi lloro de la emoción. Y cuando se fue Di Guglielmo y llegó (Adrián) Suar, pensé ‘¿Y ahora qué va a pasar conmigo, ya un tipo grande?’. Me dijeron ‘¿Querés ir al cable?’.  Y empecé en Magazine.

-¿No te cansa trabajar con 92 años?

-Mirá, me acomodo en el switcher y me siento bien. Capaz me mando alguna macana, pero lo noto yo solo. Mis hijas creen que voy al canal menos días. Cumplo con todos los protocolos y no hay riesgo. Aparte, ayudo a los chicos del canal.

-¿Preferís que omita en la nota que vas todos los días, así no tenés problemas con ellas?

-Vos poné lo que tengas que poner, yo me arreglo. Mis hijos tuvieron de todo gracias a la televisión y gracias a la televisión les dejo algo. Y gracias a la TV, también, me siento útil.

-¿Cuántos televisores hay en tu casa?

-Tengo dos Sony, uno en el living y otro en el dormitorio. Y luego tengo uno en la cocina y otro pequeño en una habitación donde está la computadora. Me duermo con el televisor encendido y cuando me levanto prendo algún otro. Jamás estoy sin tele de fondo.

Yo fui testigo

-¿Podrías armar un podio o un ranking de tus programas inolvidables?

-Uh, ésa es difícil… Mirá, me acuerdo de cuando hace muchos años vino Ana Mariscal (gran actriz española), se sentó en un sillón y desde ahí nomás hablaba, con sus tonos y esa forma única que tenía de contar las cosas, y yo me quedé así, obnubilado…

Borda fue testigo, entre otras cosas, de la evolución de las cámaras de TV. Trabajó con todas. Foto Archivo Borda.

Toma aire y sigue: “No podrían faltar los momentos de poesía de Berta Singerman, que recitaba y te iba envolviendo con sus palabras. Narciso Ibáñez Menta también me quedó en la cabeza, no sé, me vuelven millones de recuerdos, difícil armar un podio que sea justo”.

Y se corre de su memoria emotiva para defender la causa que rige desde el ‘71: “Se hizo de todo, por eso me pongo mal cuando la tratan mal, porque la tele revolucionó todo. Ha hecho malas cosas, pero pensá que lleva 70 años metida en las casas, han pasado todos los grandes por ahí. Qué sé yo, estuvieron Pepe Biondi, José Marrone, Tato Bores, el Negro Olmedo, todos los que te puedas imaginar”.

Vive solo en Palermo y en un rato se tiene que ir al canal: “Yo podría estar ahí a las 15, pero voy tres horas antes por las dudas. Soy de la vieja escuela. Hay cosas de ahora que no entiendo bien, pero no importa. Mirá, me pusieron una impresora que no sé ni cómo se maneja. Junté un montón de fotos que te separé para la nota, te las quise imprimir, pero no pude entender cómo se usa”.

-Impresora no, pero oficio te sobra.

-Eso sí y te lo dan los años. Antes se ensayaba porque no teníamos tantas ventajas de puesta. En los canales había salas de ensayo, cosa que ahora no hay. A pesar las limitaciones, pocas cosas quedaban libradas al azar.

En su pintoresco anecdotario figura la de la ceremonia en la que rebautizaron “a la virgen que tenemos en uno de los pasillos del canal. Cuando los actores comenzaron a cobrar horas extras, la llamaron la Virgen de los excedentes. Un día Tincho Zabala dijo: ‘Muchachos, con la Virgen de los excedentes me cambié el juego de muebles’. Y todavía la tenemos ahí”.

Y llega la perlita que lo pinta de cuerpo entero, por su memoria, por su gesto, por su amor y su pasión. Con su sueldo de la Municipalidad, enterito, le compró el primer televisor a su mamá: “Era un Admiral de 17 pulgadas, que me costó 750 pesos. La casa era otra con eso ahí adentro. Ella estaba feliz. Fue una revolución”. Y su hijo fue protagonista de eso. Lo es.

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