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jueves, 18 abril, 2024

“Los procesos de la memoria deben estar abiertos”

Toda la obra de Jonathan Perel gira en torno a las marcas indelebles que dejó la última dictadura cívico-militar en la Argentina. Y su nueva película Camuflaje no es la excepción. En la semana del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el film de este director nacido justamente en 1976, el año del golpe que inició uno de los períodos más sangrientos de la historia nacional, se estrena en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530, décimo piso), acompañada de una retrospectiva de su obra que incluye otros tres largometrajes, un mediometraje y tres cortos.

Camuflaje está basada en la novela Campo de Mayo, publicada por Félix Bruzzone en 2019, y tiene como protagonista al propio escritor, que al poco tiempo de mudarse al barrio Teniente Ibáñez se enteró de que su madre -Marcela Bruzzone Moretti, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)- estuvo detenida en un centro de exterminio de la zona conocido como “El Campito”. El largometraje de Perel se mueve deliberadamente en un terreno híbrido, cruzando algunos pasajes documentales con otros de ficción. Y ya fue exhibido con buena repercusión en el Festival de Berlín, en Francia, en México. en Estados Unidos y en Buenos Aires.

“Inicialmente pensé en hacer una ficción -cuenta Perel, cineasta, investigador y docente porteño-, pero el proyecto quedó congelado un tiempo y Félix terminó haciendo una performance teatral a partir del mismo texto que después editó como novela. Y volvió a contactarme después de un episodio que vivió al internar a su abuela en un geriátrico que funciona en el predio de Campo de Mayo. Al final logramos poner en marcha este proyecto que él define como una precuela, lo que pasó antes de que saliera el libro”.

En la película -que se proyectará en la sala Lugones este sábado 25 y el domingo 26 a las 21 y los días martes 28, miércoles 29, jueves 30 y viernes 31 a las 18-, Bruzzone corre como cualquier runner en la vasta zona de Campo de Mayo, la guarnición militar más grande de la Argentina, que ocupa alrededor de cinco mil hectáreas. También conversa con diferentes personajes con los que se cruza en ese lugar del conurbano bonaerense: un arqueólogo, un entrenador de crossfit, el dueño de una microempresa de delivery de comida: “Nos interesaba que hubiera una pluralidad de voces porque esa polifonía muestra que no hay una verdad única sobre Campo de Mayo”, explica Perel. Y suma: “Félix tuvo mucha participación en la búsqueda de los distintos personajes que aparecen en la película, que no son los mismos del libro. Y estuvo siempre al servicio de la película que yo quise hacer. Fue realmente muy generoso. Y su personaje es importante porque es el hilo conductor, el que unifica el tono de la película. Alguien que sobre todo sabe escuchar”. 

—El lugar donde fue rodada buena parte de la película es asombroso. Y está lleno de sorpresas… 

—Campo de Mayo tiene una superficie que es un tercio de toda la Capital Federal, es gigante… Y tiene unos límites difusos que te permiten circular por ciertas zonas sin pedirle permiso a nadie. Los chicos de las escuelas primarias y secundarias de la zona pueden ingresar, hay una escuela de equitación y hasta un salón para casamientos o fiestas de cumpleaños. Yo lo conocía porque en otra de mis películas, 17 monumentos, había filmado por ahí. Pero no me había metido tanto como esta vez. De hecho, ahora me contactó la gente de la Red Federal de Archivos de la Memoria (ReFAM), que está investigando lugares donde se supone que puede haber cuerpos de desaparecidos enterrados. Haciendo esta película terminamos conociendo lugares que ni siquiera los organismos de derechos humanos detectaron porque los militares hicieron todo para ocultarlos.

—No es para nada un documental al uso. ¿Ya tenías esa idea de entrada?

—A mí me interesa especialmente que las películas que hago construyan un espacio que le permita al espectador trabajar en la construcción del sentido. Me interesa el espectador activo. El sentido de mis películas no es didáctico porque no creo que el cine pueda ni deba transmitir un mensaje tan transparente que vaya de un lado hacia otro. Lo veo más como una herramienta de reflexión para que el espectador salga movilizado de la sala. En las películas dedicadas al tema de la dictadura militar más convencionales, el espectador tiene un punto de vista privilegiado: toda la información se le entrega ordenada, con un sentido unívoco. Sale del cine sabiendo que la película hizo el trabajo de memoria por él. Y yo busco todo lo contrario: que cada persona haga su propio trabajo cuando sale del cine. Pero parecería que el tema de los derechos humanos genera un respeto reverencial, entonces recursos que sí valen para el cine contemporáneo para abordar casi cualquier tema, en estos casos no serían los adecuados. No estoy para nada de acuerdo con eso, claro.  

—¿Qué otro buen ejemplo de abordaje de este tema rescatarías en el cine argentino?

—La película que me marcó para siempre es Los rubios, de Albertina Carri. Es una película que te dice en voz alta “¡Miren todo lo que se puede hacer con el cine!”. Y siento que Camuflaje es una especie de reverso de Los rubios. Así como Albertina en 2013 necesitó una actriz que haga de ella, diez años más tarde yo le pedí a Félix Bruzzone que se ponga en la piel del protagonista de la historia que imaginó para su novela. Pensé que era necesario que se sintiera su transpiración, su esfuerzo. Estaba convencido de que todo lo que él inventó para un personaje de ficción de una novela que se mete sin permiso en Campo de Mayo había que hacerlo de verdad. En ese encuentro con las huellas de su madre, para mí era muy importante que él mismo pusiera el cuerpo. Por eso las tomas de él corriendo son largas, no son tomas de diez o quince segundos que después se pueden manipular con un objetivo determinado en el proceso de montaje.

—¿Qué simboliza para vos esa carrera obstinada del protagonista?

—Félix no respondería esta pregunta porque la metáfora de la novela justamente está sintetizada ahí. Pero sí voy a decir me parece crucial remarcar que la película es circular: empieza y termina con él corriendo, y eso tiene que ver con el trabajo de duelo, que seguramente no tendrá conclusión, que no llegará a ningún lugar. El cuerpo de la madre está desaparecido, no se sabe dónde está, no aparece en ninguna lista, los militares no explicaron nunca qué hicieron con ella, no hay una tumba donde llevar flores… Estos desaparecidos que no tienen una tumba: son fantasmas que nos visitan insistentemente porque sin el trabajo de duelo necesario es imposible que no reaparezcan.

La retrospectiva en marcha

En la retrospectiva de la Lugones, titulada Integral Jonathan Perel, se exhibieron y exhiben a precios muy razonables (la entrada general costará $900 y para estudiantes y jubilados hay una promoción que la deja en solo $500) el corto Los murales (2011), que registra huellas en las paredes de los muros de los centros clandestinos de detención El Olimpo y Automotores Orletti, el mediometraje El predio (2010), que pone el foco en otro espacio siniestro, el de la Escuela de Mecánica de la Armada, hoy transformado en museo. También los largometrajes Responsabilidad empresarial (2020), apoyado en el primer informe realizado por el Estado argentino que sistematiza veinticinco casos en donde existen pruebas de la participación de diferentes empresas en la represión ilegal iniciada en 1976, y Toponimia (2015), que cuenta la historia de una serie de pueblos de tucumanos fundados especialmente por el gobierno militar a mediados de los setenta en el marco del Operativo Independencia, un proyecto que pretendía eliminar a la guerrilla (principalmente el ERP) que operaba en esa zona del país. Argumenta Perel: “Son todas películas con distintos puntos de vista alrededor de un mismo tema, la memoria, los procesos de memoria deben permanecer en discusión permanente, siempre abiertos, siempre en construcción. Cuando uno cree que ya logró contar la historia y aparece el monumento y el museo, el sentido queda clausurado, se da vuelta la página. Yo estoy en contra de eso porque el terreno de la memoria es pantanoso, está en constante resignificación”.

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