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viernes, 26 abril, 2024

La sequía en primera persona: el drama que une a tres productores en el este, el centro y el oeste del país

Carlos Castagnani es productor de granos y carne en Venado Tuerto, Santa Fe. Tito Nicasio es productor ganadero en el norte de Entre Ríos (La Paz, Feliciano, Federal, Federación) y el sur de Corrientes (Curuzú Cuatiá, Mercedes, Mocoretá). Abel Mielnik es productor de 60 hectáreas en el sur de Mendoza.

Pese a representar distintas regiones, diferentes actividades y hasta edades diversas, su karma es el mismo: ninguno de los tres recuerdan haber sufrido una sequía como la actual, que los está obligando a revisar todos los planes, para perder lo menos posible y plantear una recuperación, si llueve…

Son tres casos de miles. La sequía ha golpeado con más fuerza que nunca y los grandes números dicen que este año se perderán, por lo menos, 20.000 millones de dólares. El impacto económico es brutal. Clarín puso la lupa sobre tres casos puntuales. Son los que se cuentan a continuación.

Castagnani lidera una empresa familiar que suma ciclo completo de ganadería (cría, invernada y engorde), agricultura con trigo, soja y maíz. También realizan una actividad más intensiva: la producción de semillas bajo riego para una empresa del rubro. Sus dos campos están ubicados en La Chispa y Maggiolo, dos localidades ubicadas a 30 kilómetros de Venado Tuerto, donde vive toda la familia.

Testimonia que “la sequía está afectando mucho a la zona núcleo agrícola. Los daños comenzaron con el trigo, que dejó muy poco, en el comienzo del verano. Hubo lotes que directamente no se pudieron cosechar. Y luego quedaron muchos campos sin sembrar: por ejemplo, muchas sojas de segunda, que venía después del trigo, no se pudieron implantar por la falta de agua”.

Nicasio refleja que la sequía ha dejado “un desastre terrible”. El impacto económico es elocuente: “los rodeos se liquidan, los remates tienen el doble de animales que lo habitual y una vaca se cambia por un rollo de pastura, porque cuesta mantener y engordar al ganado, debido a la escasez de agua y alimentos”.

Mielnik desarrolla su producción rural en la zona de Scandinavia, sobre la ruta 188, en el límite mendocino con La Pampa. En distintas épocas del país, pudo ir sumando superficie a un promedio 10 hectáreas por década, mientras otros productores iban abandonando sus fincas. Y pone los “huevos en distintas canastas”: vid, un poco de frutales (duraznos y ciruelas) y algo de pasturas. Pero este año, ninguna lo salva.

Ganadería en el Litoral mesopotámico En la zona de Nicasio, la ganadería ocupa más terreno que la agricultura, porque las tierras no son tan fértiles. La hacienda para producción de carne está muy mal en esa zona, con animales que tienen un deplorable estado corporal.

“Mucha gente que tenía poca hacienda vendió todos los terneros que tenía para comprar alimentos, salvar algunas vacas y que queden preñadas. Pero el porcentaje ha bajado mucho y la consecuencia será la falta de terneros en los próximos meses”, advierte.

Vuelve la sobreoferta de ganado por las dificultades para alimentar a los animales. Gentileza Tito Nicasio. De esa zona sale un porcentaje importante, aproximadamente el 25/30 por ciento, de los terneros de la Argentina. Eso va a faltar a fin de año y el año que viene.

Muchos ganaderos tuvieron que resignar arrendamientos, porque tenían campos alquilados y no había pasto. Entonces, el productor pequeño se descapitaliza, tiene que vender la poca hacienda que le queda. No tiene las reservas forrajeras con las que iba a vivir durante todo el año, no puede alimentar a los animales y achica el rodeo. “Es una situación de colapso, ahora y todo el año”, asegura.

En ese contexto, el precio de la hacienda bajó abruptamente: los valores que se habían recuperado en enero y febrero, tras un estancamiento de varios meses, volvieron a caer. “En marzo se vuelve a sufrir la sobreoferta de vaca de invernada, conserva y la de ternero al pie, porque no hay lugar para criarlo. Entonces, pocos quieren comprar ese tipo de categoría. Es distinto a un ternero, una vaquillona o un novillo, que se pueden llevar a un feedlot, a pesar de que los costos son altísimos, en función de los precios del maíz”, explica.

De cualquier modo, a la larga, redunda en escasez y aumento del precio de la carne por kilo. Los tropiezos de la ganadería se ven a mediano plazo. Por eso, Nicasio, opina que “los planes de ayuda del Gobierno deben apuntar a mirar el futuro. En la ganadería, para proyectar a mediano plazo debe hablarse de 3 a 5 años y el largo plazo son de 7 a 10 años. Menos de eso son especulaciones inverosímiles para los tiempos de un productor ganadero y no sirven absolutamente para nada”.

Por la experiencia vivida le cuesta ser optimista. “Los gobiernos nacionales y provinciales de los últimos años no implementaron políticas de Estado que trasciendan la coyuntura, simplemente se ponen parches de meses que no sirven para los productores, menos para un ganadero”. Por lo cual, está convencido de que “la situación de la ganadería en Entre Ríos y Corrientes es de deterioro absoluto”.

Economías regionales en Mendoza Las dos hijas mujeres de Mielnik estudiaron en la universidad, pero los dos varones, veinteañeros, trabajan con él. Pese a todos los contratiempos, prefirieron seguir la tradición familiar que inició su abuelo, con las primeras 10 hectáreas que compró en los años ’70. Luego, Abel fue agrandando el área de trabajo. Pero hoy siente que en vez de tener una empresa sólida tiene una mochila pesada.

Problemas en Mendoza. Gentileza Abel Mielnik. La mayor preocupación de los Mielnik es, claro, la falta de agua, no solo de lluvia, sino también del riego proveniente del caudal del río Atuel, cuya oferta administrada por el Estado es cada vez menor. En tiempos de sequía, la demanda es más crítica, en un contexto de disputa histórica con La Pampa para su aprovechamiento.

También les falta mano de obra. Mielnik le dijo a Clarín lo que es más que un secreto a voces, de la cordillera al mar, y de Ushuaia a La Quiaca. “Mucha gente se conforma con los planes sociales. Les dan menos que lo que podrían ganar en las tareas rurales, pero como viven igual no quieren acercarse a las fincas. El gobierno debería revisar esa política, porque perdemos todos”, dice con desconcierto.

En ese sentido, está en duda cómo resolverán la crucial poda, determinante para la posterior productividad. Está prevista para agosto (último mes sin r en el nombre) pero creen que pasará a octubre y tendrán que hacerla en familia.

La anterior cosecha de vid no fue buena porque cayó granizo justo en Navidad y tomó desprevenida a la patrulla aérea provincial, que en general desintegra las piedras de hielo antes de que precipiten. Si lo humano no está bien organizado, cualquier fenómeno de la naturaleza pega peor. Entonces, desde el calor a las heladas, son como golpes a un boxeador que pierde fuerza progresivamente.

La zona núcleo agrícola sufre la peor cosecha en décadas El sur santafesino es una zona clave para el maíz, el cultivo de mayor volumen en la Argentina (este año serían 36 millones de toneladas y la cosecha de soja apenas llegaría a 25 millones de toneladas: el cereal se siembra en septiembre, como “fecha óptima”. Esta vez se cubrió el 20% del área habitual, con resultados muy magros. Y el maíz que se sembró después de esa fecha presenta “situaciones diversas: algunos se picaron, otros presagian volúmenes escasos y las excepciones son los rindes normales”, refleja Castagnani.

Plantas de maíz en el sur de la provincia de Santa Fe. Gentileza Carlos Castignani. En relación a la soja de primera, el productor santafesino cree que “es la que está soportando mejor la sequía porque más del 50% de las de segunda se han perdido”.

La falta de agua también repercute en las pasturas, “porque si bien en la zona no prima la ganadería, se hace en forma intensiva y resulta complicado cuando no se puede planificar por falta de pasto, de rollo y de silo de maíz. Esperamos un invierno muy difícil en cuanto a la nutrición animal”.

Estos días son de “certificados de defunción”. Lamentablemente, los primeros lotes de soja y de maíz cosechados arrojan resultados alarmantes. Al respecto, Castagnani recuerda que “la producción rural se trata de ciclos largos: no tendremos recupero en 60 días, sino como mínimo en 6 a 12 meses. Y si hablamos de ganadería, los plazos son de mayor tiempo.

Castagnani ya percibe un freno en la actividad económica del interior productivo. El primer impacto lo sufre el transporte, puesto que habrá una importante merma de viajes; la mitad, se calcula. También hay un declive importante en la venta de maquinaria agrícola y de camionetas.

El mismo fenómeno recesivo se observa en el comercio de insumos, “porque los productores han frenado las compras que suelen hacer en esta época para planificar la próxima campaña. Eso no está pasando este año, con el agravante de que muchos productores compran los insumos a cuenta de la cosecha, por lo que vemos que va a haber problemas con los pagos”.

Si no llueve, la situación se va a agravar. En esa zona central del país necesitan unos 200 milímetros en los próximos dos meses para poder pensar en la próxima campaña de trigo. “Si no llega el agua para recuperar humedad en el suelo, tampoco se va a poder sembrar”, advierte el productor.

Pero pese a sus críticas profundas a las políticas agropecuarias, asume que, como empresa familiar, arraigada, están “planificando los cambios estratégicos que vamos a tener que implementar en nuestros esquemas productivos, siempre pensando en volver a producir”.

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