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jueves, 28 marzo, 2024

MIERCOLES Reflexiones de la vida diaria: “La playa a ciertas edades”

La alegría de las vacaciones: La playa a ciertas edades Continúo hoy analizando la influencia de la edad en la forma de disfrutar de las distintas opciones que propone el verano, ya sean la playa, la montaña, o, para los que prefieren el Caribe, la cárcel de Guantánamo.

En cuanto a la playa, debo reconocer que más allá de su popularidad, se trata de un lugar muy peligroso. No importa si es playa de mar, de río o una playa con piletas pintadas en el piso para hacerte creer que estás en una playa. El peligro acecha, y no reside en la insolación, ni en el peligro de ahogarse o en no infartarse al preguntar el precio del alquiler de una sombrilla. Nada de eso.

El mayor peligro que conlleva la playa es que es un lugar que rápidamente te hace dar cuenta de que ya no sos el mismo de antes. Porque cuando vos sos joven, todo es posible en una playa: encontrar un amor, nadar desde el faro a Río de Janeiro y volver o simplemente estar 8 horas en una playa y disfrutarlo. A cierta edad, el disfrute pasa por saber que no te olvidaste las pastillas que tenés que tomar después de almorzar. Eso es lo único que te da paz de espíritu.

Cuando eras joven entrabas al agua corriendo y te tirabas de cabeza contra las olas. Hoy tardás media hora en entrar al agua, porque el procedimiento incluye, primero, mojar los pies, ir luego tirando agua en los brazos, el pecho, la cabeza, como para aclimatar tu cuerpo a la gélida temperatura del mar Argentino y que no te de un patatus térmico que te haga saltar el disyuntor. Y pasás más tiempo haciendo eso que dentro del agua.

Cuando sos joven, “tener suerte” puede significar un montón de cosas distintas: encontrar un lindo caracol, encontrar un amigo con quien jugar, encontrar una novia, tener sexo o simplemente, escapar 6 horas de la vista de tus viejos. A cierta edad, “tener suerte” tiene otros significados: encontrar una playa donde no haya música fuerte, encontrar un lugar con sombra para estacionar el auto, y lo más importante: recordar dónde lo dejaste para poder encontrar el auto.

La ropa también juega su papel. En tu juventud tenías muy claro qué es lo que se usaba y lo que no. Hoy, a cierta edad, llegás a la playa y te das cuenta de que el largo de tu short de baño pasó de moda en 1977.

Los deseos también cambian con el paso del tiempo. Antes te las pasabas mirando chicas, o chicos, de acuerdo a tu gusto, y pensando e imaginando qué harías con ellas o ellos. A cierta edad, hoy, te la pasás mirando fichas de Scrabbel y pensando qué hacer con la letra W.

Para muchas generaciones playeras del pasado, sobre todo en lugares onda Villa Gesell, se acostumbraba usar pulseritas, colgantes y algún collar “hippie”.  A cierta edad, seguís usando una pulsera, pero es una chapita que tiene tu dirección y un teléfono de contacto por si te perdés.

Por eso les digo: la playa no es solo un lugar peligroso. Es un lugar cruel. Donde te das cuenta de que ya no sos más joven cuando ves que una señora con guardapolvo blanco viene a ofrecerte medirte la presión arterial solo a vos.

También cambia la actitud. De joven te pasabas horas jugando al fútbol o al voley. Y no te daba vergüenza ir a pedir la pelota cuando caía cerca de alguna persona. Ahora te cae una pelota en la sombrilla y al alcanzarla decís: “pibe… ¿por qué no vas a jugar un poquito más para allá?”

Cambia, todo cambia. De joven llegabas a la playa y no parabas un minuto. Ahora llegás a la playa, te sentás a la mesa a jugar a las cartas o al dominó y no te parás nunca más.

Es más: cuando eras más joven buscabas la carpa o la ubicación más cercana al mar o a la orilla del río. Ahora, cuando llegás a la playa, lo primero que buscás es la carpa o la ubicación más cercana a los baños.

Ojo: no toda generalización es buena. Hay gente que a cierta edad sigue tan playera y activa como siempre: juega al tejo, a la paleta, va al agua, se broncea, hace caminatas, vuelve a entrar al agua, tiene un estado físico envidiable, viste a la moda y es incansable.

Por suerte, a esta cierta edad, no tengo ese tipo de amigos, por lo que puedo mantenerme lo más alejado posible de los peligros de la playa.

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