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viernes, 29 marzo, 2024

Camino a la paridad: en las escuelas técnicas las mujeres ya son el 35%

Para llegar al taller de la Escuela Técnica N° 11 Manuel Belgrano hay que doblar desde la entrada hacia la derecha por un pasillo ancho y largo hasta pasar por una puerta de vidrio. Es viernes, y en las primeras horas de la tarde, no hay muchos adolescentes para esquivar en ese trayecto que parece más grande y silencioso que de costumbre. Como es el único día de la semana en el que las clases son solamente teóricas, ese espacio puede usarse para actividades extraprogramáticas. Entonces, las máquinas torneadoras, las soldadoras y el resto de las herramientas pasan a formar parte de un ritual de empoderamiento femenino.

Los viernes son de las chicas en el taller. Samira Reale y Celeste Chavarría trabajan muy concentradas en el boceto, con los cálculos del asiento del auto eléctrico que están diseñando y construyendo. Apenas unos minutos antes, Mirela Larramendi, una de las piloto del equipo estaba adentro del chasis probando las medidas con sus compañeras. Zahira Saeg, la jefa de mecánica habla y explica con una seguridad arrolladora, igual que Zoe Nieva, dos de las más antiguas del grupo. Del torno a la mesa de trabajo, van y vienen también Valentina Flores, Milagros Chavarría y Marilyn Pavón, porque si bien cada una tiene su rol, todas hacen todo y saben todo, son mecánicas y pilotos. Ellas son Las Recargadas, la primera escudería cien por ciento femenina del automovilismo.

Así se preparan para la edición 2022 del Desafío ECO YPF que convoca a estudiantes de todas las escuelas técnicas del país a que diseñen, armen y corran vehículos eléctricos de emisión cero. La primera carrera fue hace diez años. Las Recargadas participan desde 2018 y en este ámbito, tradicionalmente tan masculinizado, constituyen todo un símbolo: Además de haber ganado varios premios como el octavo de milla y al auto mejor pintado, entre otros reconocimientos, al ser “las” pioneras motivaron a que los organizadores reformulen el reglamento y repiensen el cupo femenino. Así es como desde 2019, todas las escuderías estudiantiles deben incluir, al menos, una mujer.

No es casual que las Recargadas hagan “ruido” en el taller o en el Desafío Eco. No es azar que se las mire. Ellas están haciendo visibles los tiempos de cambio, momentos de apertura e inclusión en las escuelas de modalidad técnico profesional, lugares que estuvieron ocupados por varones desde su origen. Históricamente, el nexo de este tipo de instituciones educativas con el mundo laboral, productivo y tecnológico las tiñeron de un sesgo sexista difícil de revertir. Sin embargo, “acá están” las mujeres y disidencias, abriéndose paso y ampliando la perspectiva, deconstruyendo desde el ámbito educativo la división tradicional de roles.

La matrícula de alumnas de escuelas técnicas no para de crecer. Foto Lucía Merle. Datos positivos El pulso de lo que viene ocurriendo en las aulas y en los pasillos de las escuelas técnicas se puede vislumbrar en los datos como una tendencia positiva. Solamente este 2022 las chicas que se anotaron para estudiar en las 39 escuelas técnicas públicas porteñas sumaron 12.039, cifra que representa el 35 por ciento de los estudiantes de esta modalidad distribuidos en las 26 especialidades que se ofrecen. Si se suman las 13 escuelas técnicas de gestión privada, ese número inicial se posiciona en 13 mil, según el Ministerio de Educación de la Ciudad. Pero si se toman como referencia solamente los últimos cinco años, el incremento fue de 5 puntos porcentuales.

No es menor si se tiene en cuenta que a nivel nacional la matrícula femenina se mantuvo relativamente estable entre 2011 y 2020, según un estudio del Observatorio Argentinos por la Educación. Pasó de 33,1 a 34,2%.

Todavía son minoría en las escuelas técnicas, pero cada año hay más alumnas mujeres. Foto Lucía Merle Pasos firmes para ocupar espacios “El cambio que empieza a verse en la matrícula no es azaroso. Las mujeres estamos ocupando cada vez más espacios y las chicas empiezan a animarse más. Eso se ve, por ejemplo, en las actividades de promoción de las técnicas en las escuelas primarias. Hay visitas guiadas, y cuando las nenas de sexto o séptimo grado ven docentes y estudiantes mujeres, manifiestan su interés”, dice quien cuenta con vasta trayectoria en área de ciencia y tecnología en el nivel secundario, terciario y universitario, María de la Paz Colla. Actualmente se es docente del Otto Krause y facilitadora pedagógica en la incorporación de tecnologías en el aula dentro del Ministerio de Educación de la Ciudad (INTEC).

Su colega, la asesora pedagógica digital Maura Rivero, coincide: “En los últimos años observo más mujeres el cuerpo docente y esto es clave también en términos de promoción en cuanto a la toma de cargos de mayor jerarquía. De las 25 escuelas que asesoro desde 2019, 11 son técnicas y de esas, cuatro pasaron a tener rectoras mujeres en los últimos años”.

Puede que parezca un cambio pequeño, pero resulta significativo porque revela un movimiento creciente y firme que se potencia de manera circular. Mientras más mujeres egresan de las secundarias técnicas, más son las que vuelven -luego de terminar de formarse en los profesorados- para estar al frente de los cursos. Y no solamente en las materias más “feminizadas” como lengua y literatura, historia, geografía o inglés, sino que vuelven para enseñar física, tecnología de la representación, circuitos electrónicos, programación, hidráulica industrial o toman los roles de MEP (maestras de enseñanzas prácticas) y se imponen en los talleres, a pesar de los obstáculos del camino.

Antes no dejaban a las mujeres tocar las herramientas. Les decían que se “podían lastimar”. Foto Lucía Merle. Animarse y perseverar  En 2002, Yolanda Argañaraz fue la primera Técnica Metalúrgica egresada de la Técnica 33 Fundición Maestranza del Plumerillo, de Nueva Pompeya. Hoy tiene 39 años y da clases de física, fisicoquímica, dibujo técnico de automotores y biología (porque después hizo esta otra carrera) en cinco colegios y es la “capa” de fundición en el taller de “las Recargadas”. Pero no fueron fáciles sus primeros pasos laborales.

“En una de las escuelas que empecé a trabajar no me saludaban, me escondían las herramientas, hasta tuve que llevar las que tenía en mi casa para poder trabajar con los chicos”, recuerda. “Mirá que acá no estamos para enseñarle nada a nadie”, le dijo el jefe de talleres, el primer día que fue a hacer una suplencia y antes de “chequear” su título. “Tuve que estudiar mucho y trabajar muy duro, para poder demostrar que podía y ganar mi lugar. Como estudiante llegué a tener el mejor promedio, estaba en un curso con 44 varones”.

A Giselle Bosio, también docente y parte del equipo Recargadas, nunca la dejaron soldar en su trayectoria como estudiante de técnica, lo aprendió en su vida profesional. “En esa época ninguna chica soldaba porque ‘a ver si te pasa algo’. Pero no nos accidentamos, ni las mujeres ni los varones porque seguimos los protocolos y las normas de seguridad e higiene en todos los casos. Que las mujeres nos fuéramos a lastimar era parte del prejuicio”, sostiene. “Hoy todavía pasa, pero menos”.

Ariadna tiene 18 años es alumna del Otto Krause, de la espacialidad Construcciones y está por terminar sexto año. Y todavía se acuerda de sus primeras clases de carpintería, el profesor la veía y -por su cuerpo- suponía que no tenía fuerza. “A vos te va a costar aprobar, eh”, le decía.

A pesar de que Nelly Martínez ocupa uno de los cargos jerárquicos más altos, es supervisora de Educación Técnica de la región IV que contiene cinco escuelas, también tuvo que superar algunas barreras. Ella es la cabeza del proyecto “Por más mujeres en los talleres de las escuelas Técnicas”, a partir del cual nació la escudería Recargadas. Así y todo, no resultó sencillo conseguir espacio fijo para trabajar y reunirse hasta que finalmente las ET 11 les abrió las puertas.

Si bien el proyecto inicialmente comenzó para aumentar la participación femenina en las técnicas y en las áreas STEAM (por las siglas en inglés de ciencias, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas), incluyen disidencias. “El taller es un lugar que nos pertenece a todos”, reafirma Nelly. Es la idea que defiende incluso antes de llegar a la supervisión, cuando pisó por primera vez un rectorado hace más de 10 años.

No hay límites en lo que pueden aprender las mujeres hoy en las escuelas técnicas. Foto Lucía Merle Educación Sexual Integral “Hoy por hoy, hay personas transicionando prácticamente en todas las escuelas”, comenta Maura Rivero que además de especialista en educación digital lo es también en géneros y sexualidades. Que esto esté pasando también en las técnicas, explica, es signo de un cambio de época. Quizás no es aún del todo visible en los datos cuantitativos, pero es tangible y permite entrever la apertura de las instituciones educativas en general y, de las de modalidad técnica en particular.

Aunque su implementación ha sido gradual a lo largo de los años, la Ley 26.150 de Educación Sexual integral (ESI), sancionada en 2006, allanó el camino para que esto suceda porque articula y pone de manifiesto aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos y funciona de manera transversal a todas las asignaturas. De esta manera, posibilita el diálogo a fin de garantizar este derecho en los estudiantes de todo el país y en todos los niveles.

“Desde entonces, fue un camino de no parar con varios puntos de inflexión que se dieron a nivel social como la ley del Aborto y el movimiento Ni Una Menos, que con sus movilizaciones masivas pusieron en el tapete estos temas: se visibilizaron y se empezaron a hablar”, explica Maura. La escuela no podía esconder todo esto “debajo de la alfombra”. “Lo que antes podía pasar como chiste o asunto de chicos, empezó a cuestionarse”.

Los baños, toda una conquista Las técnicas que son más conservadoras han tenido que repensarse también desde lo edilicio. Los baños siempre estuvieron en el medio de la polémica, porque “como han sido pensadas para varones, su infraestructura responde a eso. Son edificios muy grandes. Suele haber un baño en cada piso para varones pero para chicas quizás solamente en planta baja, el que está más cerca de la secretaría, donde solían trabajar las mujeres”, reflexiona la especialista.

Cuando Silvia Lozar, la primera egresada mujer de la primera secundaria técnica fundada en el país -el Otto Krause- fue a anotarse y le dijeron que no, la excusa fueron los baños. Corría la década de 1960. La institución que no admitía mujeres hasta entonces había sido fundada 70 años antes, en 1899, como Escuela Industrial de la Nación, pensada a la luz de una idea de país, por el ingeniero que fue su primer rector y en honor a quien, más tarde, le dieran su nombre. Ocupa una manzana en la Avenida Paseo Colón.

Firme y decidida, Silvia dijo que no le importaba el baño, que podía ir al de profesoras. Y así fue, pero no la dejaban compartir nada con los varones, ni salir al recreo ni ir a la cantina para almorzar. Entonces iba a la Facultad de Ingeniería -a un par de cuadras- para volver a los talleres. Egresó en 1969.

“Hoy puede parecer irrisorio, pero el tema de los baños para nosotras ha sido toda una conquista. Recién en los años 2000, cuando se hizo la segunda reforma edilicia en este colegio, se construyeron otros baños para mujeres. Hasta fines del siglo XX había un solo”, cuenta Vanina Galasso, profesora, coordinadora del área de exactas y referente ESI del Otto Krause. “Así y todo, actualmente, en nuestro colegio el debate entre los estudiantes es si los baños deben ser para todos sin división por género o si los dispensers con toallitas femeninas también tienen que estar en todos, sin distinción”.

En diciembre de 2019, cincuenta años después de que Silvia egresara como Técnica Química, lo hizo la primera chica trans, Alexia Correa de Souza. Su transición hacia el cambio de género, tanto en sus documentos como el tratamiento hormonal, lo hizo mientras cursaba los últimos años de la escuela. “El Krause me ayudó mucho en ese proceso, fue como un hogar. Mis compañeros siempre me respetaron y estuvieron conmigo”, recuerda. Pero no todo fue sencillo: “al principio los baños fueron un problema, ¿a cuál iba? No me dejaban entrar al de chicas, aunque tenía la complicidad de la preceptora”, relata.

Hubo charlas, idas y vueltas, pero siempre contó con el apoyo de docentes y autoridades. “Me acuerdo que empecé cuarto año hablando con el psicólogo del Departamento de Orientación Escolar. Todavía no había terminado el trámite de mi DNI, pero quería que me llamaran Alexia cuando tomaran asistencia o me entregaran el boletín. No podía responder por un nombre con el cual ya no me identificaba. Me entendieron y me acompañaron”, dice.

“Antes que yo sé que hubo personas que atravesaron situaciones similares y quizás por mil razones no pudieron expresarlo. A su manera me allanaron el camino, pero del Otto Krause no puedo más que decir muchísimas gracias”.

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