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viernes, 29 marzo, 2024

Pesca en Colombia: y un día regresamos al mágico Caribe

Parcero, patiseca, pajarada, comezón… son solo algunas de las palabras que nos meten de lleno en lo que es la pesca en el Pacífico colombiano, más precisamente en Bahía Cupica, departamento de Bahía Solano. Este paraíso terrenal está ubicado en el departamento del Chocó, un lugar de ensueño, paz, tranquilidad; un lugar donde se siente el contraste entre el Océano Pacífico, el cielo y la selva chocoana. Este sitio está lleno de riqueza y de una exuberante selva que sorprende a locales y extranjeros, donde el acceso terrestre es limitado pero las avionetas dejan ver los secretos de este sitio maravilloso y mágico. 

Acá la temperatura promedio es de 26 ºC, la cual nos permite practicar la pesca deportiva durante todo el año, aunque dependiendo del mes tendremos más presencia de unas especies que de otras. Este viaje estaba previsto desde hace tiempo, pero se fue postergando a raíz de la pandemia. Las ganas de realizarlo siempre estuvieron, pero hubo que esperar las posibilidades legales de asumir los compromisos que dicta cada uno de los países. Hacer un viaje al exterior, quizás a una pesca desconocida o al menos diferente a la acostumbrada, implica muchas charlas entre pescadores identificados con un determinado tipo de modalidad, charlas con amigos colombianos, así como mirar videos del lugar y, obviamente, improvisar algunas cosas sobre la marcha. 

El viaje hasta Bahía Cupica consiste en llegar a Medellín y, desde allí, contratar vuelos locales que nos lleven hasta Bahía Solano para luego, por medio acuático, acceder a Cupica. Todo esto se ve simplificado si nos ponemos en contacto con Matías Pavoni, de Río Lodge, quien organiza viajes hasta el destino tomando los servicios de Colombia Pesca, a cargo de Cristian Vanegas, quien junto a un gran número de colaboradores (guías, chefs y capitanes, entre otros) hacen de nuestra estadía un momento único e irrepetible, ya que siempre están dispuestos a cualquier requerimiento. Esta parte del viaje contó con un grupo de 18 entusiastas pescadores que lo único que querían era pasarla bien, y así fue durante toda la estadía. Algunos ya habíamos visitado este pesquero y para otros fue su primera vez pero no la última, volverán seguramente. 

El tema equipos cuenta con varias opciones y posiciones, pero sin duda dos será lo mínimo que tendremos que armar, y contar con un tercero sería lo ideal. Debemos llevar en primera instancia uno liviano: caña de 2,10 a 2,40 m de largo con una potencia de 40 lb (1 lb = 0,453 g) y acción de punta, y un reel frontal del tipo 6000 cargado con hilo multifilamento de 60 lb. El segundo equipo, el pesado, debería será una caña del mismo largo, pero con una resistencia de 60 lb y un reel de tamaño 8000 cargado con multifilamento de 80 lb. Con ambos equipos estaríamos cubiertos para todo tipo de pesca, excepto la del marlín (comúnmente los operadores de pesca llevan equipos). 

Un back up recomendable  Respecto del tercer equipo, ese podría ser una caña de 25 lb de potencia con reel frontal o rotativo cargado con multifilamento de 50 lb. En los equipos pesados recomendamos reeles frontales por la capacidad de carga y, muchas veces, por la potencia. A todos –los tres– debemos adosarles un metro y medio de fluorcarbono: un tipo de nylon de mayor densidad y dureza que aguanta mejor todo tipo de roces en las piedras. De no poder contar con él, podemos suplantarlo por nylon grueso, mínimo de 0,90 mm. 

En Cupica la pesca se puede hacer tanto con carnada natural (se provee allí) o con artificiales (la modalidad más buscada). Para cubrir todas las posibilidades debemos llevar poppers para buscar en superficie, como los NG, Rapala, Voraz y Cano Lures. De optar por minnows, se destacan los Rapala XRap 14, Gozio Bendy 12 y NG Magnum. Pero también debemos llevar sliders, como los Pirayú Pirá, Rapala Glidding 12 y Gozio Arrow.

Cuando arribamos al lodge de Colombia Pesca fuimos recibidos con un coktail de bienvenida por Cristian y todo su staff, quienes nos indicaron las ubicaciones para instalarnos. Una vez acomodados en las habitaciones, los guías se prepararon en uno de los quinchos para revisar los equipos de todos los pescadores y dejarlos listos con nudos de uniones entre el multifilamento y el fluorocarbono. También nos indicaron los señuelos más rendidores para afrontar la primera jornada. Tras un desayuno bien servido, nos acercamos a los botes que nos llevarían hasta las lanchas donde pasaríamos cada uno de los días de pesca (acción que se repitió durante los cinco días que estuvimos en las aguas de Colombia). 

Divididos en grupos de cuatro pescadores, fuimos presentados a los guías y capitanes, y abordamos estas lanchas de 12 m de eslora impulsadas por dos motores de 150 HP cada una. Los primeros lances fueron dedicados a la costa, donde encontramos formaciones rocosas entre el agua cristalina de color turquesa. Haciendo un spinning pesado pero con muchas ganas, se fueron dando los primeros piques de pargos, peces sierra, patisecas y algún que otro jack. Las capturas no era abundantes, pero sí muy activas. En un momento el capitán anunció que iríamos a buscar la comezón, y para ello era indispensable divisar alguna pajarada, a los delfines o algo en la superficie del mar que delatara la presencia de atunes en la zona. Sinceramente, es un espectáculo ver los cardúmenes de atunes cazando en superficie y a los pescadores preparados para lanzar sus señuelos.

Había que hacer largos los tiros pasando esa comezón y, al entrar al torbellino que produce el cardumen, sin dudas obtendríamos algún pique. Y así fue: cuando sucedía esta situación todos los pescadores veníamos con un atún clavado en el señuelo. Un espectáculo aparte era ver a varios tiburones comiendo entre los atunes, observar cómo cazaban a sus presas. Así se sucedieron varios de los días de pesca, aunque con alguna diferencia, como cuando un grupo decidió ir en busca del marlín gigante y consiguió capturar un ejemplar de más de 150 kg de peso. 

Recompensa Dejé para lo último una singular captura que me tuvo como protagonista y que me llenó de alegría. Volviendo hacia el lodge con un día pintado –mar calmo, sol de espaldas y una temperatura de casi 29 ºC–, el capitán nos lleva a una piedra donde se suelen sacar buenos trofeos. Todo el grupo se preparó con señuelos del tipo poppers y arrojó hacia un sector (la piedra no se veía) en el que puso todas las esperanzas. Como el guía dijo que había que tirar un poco más lejos que la media, tomé una caña pesada, puse un popper NG color rosa y blanco, y le di con toda mi fuerza, siempre cuidando el equipo y haciendo trabajar el engaño de la mejor manera. En el primer lanzamiento ninguno obtuvo respuesta, pero inmediatamente después y luego del segundo manijazo del reel, una inmensa figura de color naranja se le tiró a mi señuelo. Confieso que por un momento me puse muy nervioso, pero siempre supe lo que debía hacer: una clavada firme y precisa, y luego a aguantar los trapos, como se dice en la cancha. Las corridas y la fuerza de ese animal era inconmensurables. Les aseguro que disfruté muchísimo durante más de 40 minutos. Una vez arrimada e izada la pieza a bordo con la ayuda del guía, este me miró y dijo: “30 kilos de cubera, es el trofeo que nos faltaba”. Sinceramente, no sé si pesaba tanto, pero les puedo asegurar que para mi fueron 100 kg de pura potencia, una captura de la cual no me voy a olvidar. 

Párrafo aparte merecen mis compañeros de salida que estaban tan o más contentos que yo de haberla visto. Así que aún con la captura intacta en la retina, invito a todos los pescadores a que puedan pasar por esta experiencia y que no se la pierdan el Caribe colombiano. 

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