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martes, 16 abril, 2024

Un referente de “la no danza” es el nuevo director de la Compañía de Pina Bausch

De una manera bastante inesperada, el comité de búsqueda de un nuevo director para la Wuppertal Danse Theater -mítica compañía creada en 1973 por la no menos mítica coreógrafa Pina Bausch- anunció que la elección había recaído finalmente en Boris Charmatz.

Este creador francés condujo el Centro Coreográfico Nacional de Rennes hasta 2018 y en 2019 estableció una nueva estructura escénica en Hauts-de France llamada “Terrain” (“Terreno”). Es el quinto director que asume aquel puesto desde la muerte de Pina Bausch en 2009.

El fallecimiento repentino de la inmensa creadora alemana había provocado una mezcla de dolor e incredulidad entre sus miles de admiradores alrededor del mundo: Pina (así la llamaban todos: bailarines, colegas, seguidores), igual que otros grandes artistas o pensadores, ensanchó nuestra visión del mundo y es seguramente esa percepción la que hizo de su muerte algo tan difícil de asimilar.

Pero ante el hecho incontrastable surgieron, inevitablemente, varias preguntas: ¿cómo sobreviviría una compañía con casi cuarenta años de historia e identificada de una manera absolutamente excluyente con el universo y la estética de Pina Bausch? ¿Qué sucedería con el repertorio de obras creadas por ella a lo largo del tiempo, repertorio que permanecía enormemente vivo?

Boris Charmatz se mueve en una línea de la danza ajena a la que tenía Pina Bausch. Foto AFP

¿Y qué sucedería con los bailarines, muchos de los cuales seguían perteneciendo a la Wuppertal Tanztheater desde hacía más de tres décadas? Finalmente, ¿quién podría asumir la tarea de ponerse al frente de una compañía que había tenido una única directora desde el año 1973, directora por otra parte muy amada por sus intérpretes?

La supervivencia de la Wuppertaler, o mejor dicho, de la enorme obra creada por Pina, suscitó a lo largo de una década las mismas preguntas, que también nos hacen volver a la manera en que ella dio forma a una producción colosal, medida en términos de su profundidad artística, su originalidad, y de su influencia en otros artistas; de la danza, pero también del teatro.

Qué fue de la vida y la obra de Pina

Varios malentendidos giran alrededor de la figura y de la obra de Pina: por ejemplo, que creó, desde cero, un género nuevo al que bautizó danza-teatro. O que su posición frente a la danza como lenguaje expresivo era por lo menos reticente. O que sus obras eran creadas totalmente a partir de improvisaciones. O que le interesaba trabajar con todo tipo de intérpretes y no exclusivamente con bailarines.

Para concentrarse en uno solo de estos aspectos: ¿cómo era la relación de Pina Bausch con la danza? En una entrevista de 1990 había dicho: “La danza no es una técnica única. Sería increíblemente arrogante negar el rótulo de ‘danza’ a tantas otras cosas. Y además pienso que sólo un muy buen bailarín puede realizar las cosas más simples”.

Pina Bausch, una maestra de la danza. Y de la vida.

Y también decía: “Todo puede pertenecer a la danza. Se necesita una toma de conciencia, una manera de estar en el propio cuerpo y una gran precisión: respirar, saber, tener en cuenta el menor detalle. Y siempre está la pregunta del ‘cómo’. La danza está en todas partes, incluso en los contrarios. Surge no sólo cuando el ser humano se regocija, sino también a causa de sus angustias”.

Aunque sus procedimientos para la creación de una nueva obra fueron cambiando a lo largo del tiempo, uno de sus métodos más conocidos consistía en formular preguntas a los bailarines que ellos debían responder con la elaboración de acciones o secuencias de movimientos.

No se trataba de improvisaciones como respuestas espontáneas de los bailarines a determinadas consignas, sino de la prosecución de un material de danza que luego podía encontrar o no un lugar en la obra. O quizás aparecer, pero bajo una forma irreconocible.

Allí estaba la mano de Pina y su gran talento creador. Una vez que la obra estaba montada, nada quedaba librado al azar y el mecanismo debía ser ajustado y perfecto.

En febrero de 2019, la italiana Cristiana Morganti, una de las bailarinas históricas de la Wuppertal Tanztheater, presentó en el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires un espectáculo unipersonal llamado Moving with Pina, título que jugaba con la triple acepción del verbo “to move” en inglés: moverse, mudarse, emocionarse.

La compañía de Pina Bausch recibe ahora a su quinto director tras la muerte de la creadora.

Luego de la función, en una entrevista con esta cronista, decía Morganti: “Cuando vi por primera vez en Roma a la Wuppertal Tanztheater fue una revelación. Encontré verdaderamente un género nuevo, que mostraba sobre el escenario hombres y mujeres con los que uno podría cruzarse en la calle. No eran personajes, sino personas reales”.

“Pero cuando comenzaban a bailar resultaba absolutamente mágico: bailarines y bailarinas magníficos, que sin tener físicos perfectos podían moverse de una manera sublime”, agregó.

Y sigue: “En los años ‘80 solían presentarse payasos o malabaristas en las audiciones; es decir, gente que jamás había estudiado danza y que se sentía muy shockeada cuando Pina les pedía que hiciera los ejercicios de ballet en la barra o las secuencias de danza en una diagonal. La técnica para Pina era fundamental y buscaba ya gente muy formada, que tuviera un dominio fuerte del movimiento”.

La maestra de la danza poética

Excepto algunos escasos ejemplos, las creaciones de Pina Bausch poseen esa cualidad a la vez irracional y significativa que se encuentra en los sueños. Pero la arbitrariedad y la desconexión son sólo aparentes. A diferencia de lo que ocurre con gran parte de sus numerosos imitadores, las producciones de Bausch se sostienen, no en un sinsentido provocador, sino en una gran consistencia poética.

Se afirma de sus piezas que son comentarios sobre la relación entre las personas y la sociedad que las oprime, o preocupaciones feministas respecto de la violencia entre hombres y mujeres. Ella simplemente decía: “Creo que siempre hablo de la necesidad de ser amados que todos tenemos”.

Después de la muerte de Pina, la compañía de Wuppertal continuó haciendo giras mundiales con el repertorio ya existente y con cuatro directores sucesivos: Dominique Mercy, desde 2009 hasta 2013, y luego Lutz Förster a partir de 2013; ambos han sido extraordinarios intérpretes de Pina Bausch durante décadas.

En 2017 asumió la dirección la rumana Adolphe Binder, quien encargó por primera vez dos obras de largo aliento a dos coreógrafos diferentes. En 2018 fue separada un poco bruscamente del cargo por el consejo asesor de la compañía y un tiempo después la reemplazó Bettina Wagner-Bergelt. Tanto una como la otra provenían del campo de la administración cultural y no son bailarinas ni coreógrafas.

Quizás la Wuppertal Tanztheater no deba ser un museo destinado a conservar la obra de Pina; quizás los bailarines jóvenes quieren bailar obras nuevas y los viejos están yéndose. ¿Pero es posible encontrar un artista de su altura? Parece muy difícil.

Por su parte, Boris Charmatz -que es una de las figuras más reconocidas de la llamada “no danza” o danza conceptual, muy ajena a las ideas de Pina Bausch- se dijo a la vez feliz y asustado por su nuevo puesto, pero no anticipó nada de sus proyectos artísticos para la Wuppertal Danse Theater.

Sólo subrayó la importancia de establecer un lazo entre la región de Renania del Norte-Westfalia, a la que pertenece Wuppertal, y los Hauts de France, en el extremo norte de Francia, donde Charmatz vive y trabaja desde hace dos años. Las dos son regiones ricas y fuertemente industrializadas.

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